El mural del lado norte está dividido por un eje vertical al centro y dos ejes transversales, marcados por corrientes acuáticas de color azul, en las que aparecen canoas, peces, caracoles y culebras, elementos que hacen referencia al carácter lacustre de la antigua capital mexica, área que corresponde al actual Centro Histórico de la Ciudad de México. En las partes terminales de estas corrientes están los jeroglíficos de las principales ciudades que bordeaban el lago de México: Coyoacán, Churubusco, Iztapalapa, Xochimilco, Azcapotzalco y Tacuba.

La escena que aparece en la parte central de la composición recrea la fundación de Tenochtitlán, que tuvo lugar en el islote donde, de acuerdo con una leyenda, la tribu nómada de los mexicas descubrió un águila posada sobre un nopal, que les hace entrega de la tierra, simbolizada por una serpiente. Como testigos dos señores presiden la escena, origen y esencia de la gran ciudad capital de los mexicas. Este momento estelar de la tradición mexica es además presenciado por los tlatoanis (reyes) de México-Tenochtitlán, que aparecen distribuidos simétricamente a los lados, acompañados de sus respectivos jeroglíficos. Un detalle significativo de la escena se refiere al nopal en un cerro que lleva en su parte anterior el escudo de la guerra, y se asienta sobre las fauces estilizadas del Cipactli, el monstruo de la tierra.

Los espacios delimitados por unos ejes están llenos de figuras inspiradas en los códices nahuas, ordenadas según un orden simbólico en dos campos, uno a la izquierda y otro a la derecha del eje central. El del lado izquierdo está dominado por el sol, Tonatiuh, naturalmente aparecen deidades y escenas que en la mitología prehispánica tenían relación, con los aspectos más luminosos y positivos de la vida; el del lado derecho pertenece a la luna, las deidades y escenas que lo decoran representan al ámbito de lo negativo y tenebroso, la oscuridad y la muerte.

En la parte más alta de la mitad izquierda, junto al sol, aparece el dios benéfico Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, que lleva en su cuerpo ondulante las mazorcas de maíz y las vírgulas enlazadas que simbolizan el fuego, factores fundamentales en las culturas de Mesoamérica. Por debajo del cuerpo de la serpiente se ven dos divinidades mesoamericanas: Tláloc, el dios de la lluvia, que hace acto de presencia entre una planta de maíz situada a sus espaldas y un manantial sobre la cabeza, para transformarse en Quetzalcóatl, en su forma humana. En la parte media de esta mitad del muro norte, entre las corrientes acuáticas superior e inferior, domina la escena Tlazoltéotl, la “diosa del parto”, diosa también de la agricultura, quien es escoltada por el águila solar y el jaguar de la noche, acompañados de sus respectivos símbolos. A su derecha Ehécatl, dios del viento, sentado en el interior de un templo, sopla vigorosamente a través de un caracol. La franja inferior del mural está ocupada por músicos y danzantes que acompañan a un sacerdote principal en una ceremonia propiciatoria.

En el lado derecho, la representación de Quetzalcóatl en forma de serpiente, equilibra la composición al enfrentarse con la del lado opuesto, el dios lleva en su cuerpo discos de chalchihuites, -símbolo del jade o piedra preciosa- y secciones de caracol, además se observa una calavera que acompaña al dios Tezcatlipoca, el dios cojo, sembrador de discordias, el invisible y omnipresente dios del mal.

Atrás de él y un poco más abajo, se observa a Chalchiutlicue, diosa del agua, hermana de los dioses de la lluvia. En la parte central del mural, entre las dos corrientes acuáticas se ve la figura de Tlahuizoalpantecuhtli, el lucero de la mañana, Venus, una de las muchas advocaciones de Quetzalcóatl, y que muestra su dual presencia –la vida y la muerte- por el lado de su faceta vital levanta un bastón con la figura de un mono (ozomatli, signo calendárico). A su espalda, el jeroglífico de un cerro, rodeado de serpientes y fragmentos de cuerpos humanos, alude a diversos rituales mágicos, importantes en la cultura mesoamericana.

La decoración en la parte inferior muestra un conjunto de guerreros cubiertos de pieles de animales y armados de macanas y “chimalis” (escudos). El eje central está constituido, de arriba hacia abajo, por el sol, entre cuyos rayos inferiores unos discos sugieren un rostro de Tláloc; es decir, el calor y la lluvia, tan esenciales para la vida de aquellos pueblos y la de todos. El sol toca con uno de sus rayos un enorme cuchillo de sacrificio en el cual aparecen los dieciocho signos de los meses del calendario náhuatl. De los extremos del pedernal emergen dos manos: la de la izquierda lleva en la palma una simiente, una mazorca de maíz; la de la derecha, el chorro de sangre del autosacrificio.

En este lado norte del gran mural aparece, en el extremo inferior derecho, la firma del artista y la fecha de terminación de los trabajos: Juan O'Gorman 1952.

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